Ahora en mi mano sólo queda la sombra,
de aquél hermoso corazón
que entre mis dedos reposaba sosegadamente.
El latido que cada segundo entre mi mano soñaba,
despertó entre los dedos de un pecho que no es el mío.
¿En qué segundo fue? que se escapo de mi mano
como quien huye, la Luna al amanecer.
Dejándola inerte y vacía sin tener en ella otro sueño,
que guardar entre su calor
¡pobres manos, frías quedaron!.
Su corazón lo sentía mío así me lo cantó en silencio... Continuar leyendo